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Foto de internet. De http://tropico-u-topico.blogspot.com.es/ |
Hay momentos en la vida en los que sólo te interesa hacer feliz a alguien.
Saber
que con una palabra, con un gesto o con una acción vas a desencadenar
que esa persona reciba una sorpresa agradable, y que se le ilumine la
cara, es lo único que ahora importa.
Y
si sabes que esa persona, algún día, más temprano o más tarde, va a
dejar de entusiasmarse y sonreír, entonces lo haces SÍ o SÍ. Sin
importarte nada más. Dejando de lado tu propio bien, tus intereses.
Dejando de lado otras palabras, otras acciones de otras gentes.
Así
se comporta esta enfermedad, el alzhéimer, con una pérdida de interés,
cambios de estado de ánimo y depresiones, entre sus síntomas más
destacados y visibles.
Considerada
ya como la "Epidemia del siglo XXI", con una incidencia de 24 millones
de personas afectadas en todo el mundo y que podría alcanzar más de 80
millones en 2040.
Una
cifra que da miedo. Si leemos las estadísticas y seguimos hurgando en
la herida, más de tres millones de personas nos vemos afectadas por esta
enfermedad, entre pacientes, familiares y cuidadores. Es una realidad y
así hay que vivirla.
De
poco sirven las lecturas, la información y los consejos. Te guían, eso
sí, a comprender y entender. Pero el día a día es el que te enseña. La
intuición y la propia personalidad de quien cuida.
Mucho
de imaginación y mucho amor; pero sobre todo, mucha paciencia. Ésa es
la clave. Paciencia. Preciosa en sonido. Inmensa en contenido.
Con
esta enfermedad cada día se aprende algo nuevo. Cada día te enfrentas a
un reto que hay que superar y en este mar de vaivenes, hay ocasiones
que te relajas, cuando ves que pasan los días y algo ha cambiado. Se
instala entonces la calma y vuelve la razón, o eso te lo parece. Te
acomodas porque, aunque cada momento bueno dure un suspiro, lo estiras
como chicle, todo lo que puedes.
Pero
una tarde, cuando tú también estás saturada, de pronto aparece lo que
tanto temías. Te pilla de sorpresa, porque a lo bueno se acostumbra una
muy pronto. Mantienes una lucha contigo misma y contra esa enfermedad
que arrebata la razón y te deja sin argumentos. Peleas, intentas
razonar, te hiere, luchas... Explotas. Y al final, te retiras.
Vuelves
con tu mejor sonrisa. Te sientas a su lado como si nada hubiera pasada.
Recompones tu estrategia y sacas la fuerza que reservas para momentos
así.
La
batalla ha comenzado de nuevo. Y a ésta no se la vence con la fuerza ni
la violencia. A esta batalla hay que hacerle frente con cariño y amor y
con esa gran dosis de paciencia.
Ante
este panorama, si me pidiese que le bajara la luna, la luna le bajaría.
Y si no lo consiguiera, una luna le dibujaría. Porque para una que
suscribe, no hay nadie en este mundo que lo merezca más, que quien me
dio la vida antes y después de nacer.
Nota: Publicado en el Blog LA CARACOLA DULZONA
Nota: Publicado en el Blog LA CARACOLA DULZONA
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