Terminamos de cenar y el cansancio la vence. El plátano de todas las noches.
La impaciencia para dormir aparece. La última pastilla.
El abrazo apretao de buenas noches; aún se siente, la siento. Disfruta.
Se apagan las luces, se cierra la puerta.
Hoy, 21 de septiembre, Día Mundial del Alzhéimer. Este año dedicado a valorar y mejorar la calidad del cuidador o cuidadora de pacientes con enfermedad del Alzhéimer.
Un año casi del diagnóstico de una enfermedad que a mis hermanas y a mí nos cambia la vida.
Decisiones que tomar, incertidumbres y discusiones. Tres caracteres, tres puntos de vista. Hay que llegar a acuerdos.
Mientras llegan soluciones, un día a día distinto al anterior, pero con un solo objetivo: procurar su bienestar.
En un año casi transcurrido, ha envejecido bastante. Y aunque ahora está más relajada, se nota la pérdida de memoria a corto plazo. En parte hay mejoría en su carácter, menos irascible, menos enfadada, y recordando menos hechos desagradables de su vida.
Pero al mismo tiempo, menos disfruta de lo bueno que ha tenido y tiene. Está más tiempo callada, y eso, en ella, preocupa.
Olvida nombres de personas muy importantes en su vida, y pregunta a cada instante a quién pertenece el nombre que aparece junto al número de teléfono de su hermano, o sobrina.
En nuestro caso, la distancia en kilómetros de su familia, es negativo.
Podría recibir más visitas, podría escuchar otras conversaciones, sentir cada día otros abrazos, y ver más a menudo sus caras, escuchar sus voces.
Esto no ayuda a recordarles. Hay llamadas de teléfono que cada vez son más esporádicas, por su parte y por la de ellos. La vida, que continúa para todos, pero que ella necesita que se detenga.
Se apagan las luces y me quedo a solas pensando qué hacer mañana, y al otro.
En un año he aparcado proyectos, he parado mi vida, me he despegado de mi familia, la que yo creé.
Poco a poco, y con ayuda, voy retomando, lentamente, momentos de ocio, reuniones familiares, y comienzan a aparecer los sueños.
Pero muy poco a poco, porque el día no da para sueños. Hasta que no se apagan las luces, hasta que no se toma la última pastilla y se cierra la puerta, no puedo escribir, no puedo pensar en mí. Y a mi, ahora, el cansancio me vence
En pocas horas de nuevo un ritual que repite, a raíz de esas obsesiones que la enfermedad le ha traído. Esas no se olvidan como los números de teléfono de su agenda.
Acostumbrada a que me pregunten ¿cómo está tu madre? Pregunta que agradezco porque hay un interés, hacia ella, hacia nosotras.
Pero, ¿quién pregunta, y tú, cómo éstas? Pero de verdad. Queriendo saber de verdad cómo nos sentimos.
Pedimos sólo una mirada de tranquilidad directamente a los ojos, una palabra de apoyo, un " no te preocupes que tú puedes". Nunca antes lo había necesitado.
Pero ahora aparecen sentimientos de culpa, de no saber qué hacer, de sentir que lo que haces es muy poco, y a la vez, que les fallas a otras personas.
Esa fuerza que te empuja a pasear todas las tardes con ella, por el mismo recorrido siempre, a tener las mismas conversaciones, o amanecer junto a ella, a veces te falla.
Pero al mismo tiempo, mientras escribo, aparece la que me lleva a no caer. Para ella, para mi madre, somos lo mejor que ha tenido en su vida. El mejor regalo. Y aunque una de nosotras no puede acompañarla en esta vida, ella aún sabe que nos tiene a las cuatro.
Por eso esta noche, transcurrido el 21 de septiembre, yo, como cuidadora, quiero seguir haciéndolo, y dándole el regalo de compartir la cena con ella, de seguir el ritual de plátano, pastilla, abrazo y buenas noches...
Lo demás, a estas horas, y tras desahogarme ante un teclado de móvil, en este blog, ya andará como tenga que hacerlo.
Ufffffff..... las emociones no me dejan seguir leyendo, en otro momento sigo...pero en todos estos te admiro por tu fortaleza y tu cariño. Cuídate. Cuidala.
ResponderEliminarUn abrazo apretao
Hilda